Mí arma más grande y mí escudo más poderoso resultó ser un lápiz y una hoja de papel.
Todos los días me pido a mí misma nunca perder la simpleza del decir. Decirlo con palabras o decirlo con letras, para mí es igual, pues en cada trazo está mí voz, mí tono, mí intención, lo que siento y todo.
.
.
Todos los días me pido a mí misma nunca perder la simpleza del decir. Como sea, como salga.
Hubo cartas ,nunca entregadas ,que me salvaron la vida.
Cartas que tengo guardadas, llenas de palabras que no llegaron a destino pero que cambiaron el mío.
.
.
.
Todos los días me pido a mi misma no perder la simpleza. La hoja borrador, los dibujos en el margen, los tachones , los volver a empezar.
.
.
.
Me pido a mí misma, no endurecer mí corazón jamás.
Dejar que las palabras salgan es cuestión de cerrar los ojos, callar la mente y poner a funcionar las manos unidas al alma.
Ahí está tu mejor creación.
.
.
.
Me pido a mí misma, nunca más permitir que el silencio me agobie,
Que me silencien las manos,
Perderme en el "cómo si" de la vida líquida.
.
.
.
Me pido todos los días a mí misma, al mirarme al espejo, nunca más querer ser alguien que no soy, nunca más hablarme con palabras que no sean de amor.
.
.
Aunque bien sé yo, cuando me encuentro perdida, sacudida, dolida, enojada, triste o confundida siempre podré recurrir a mis letras que están ahí, firmes, cómo rulo de estatua, prestándome la voz para recordarme, una vez más, quién soy yo, de donde vengo y adónde voy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario